Los libros son una fuente inagotable de curiosidades.
Piensa en que cada autor ha tenido sus propias experiencias, ha visitado lugares que puede que no conozcas, y, a través de sus líneas, nos comparte parte de ese mundo. Posiblemente utilice palabras distintas a las que usamos en casa, especies, personajes, vivencias.
Además, leerle a tu curioso es un acto de amor y ahora sabrás por qué.
Leerle un cuento es asegurarle que el adulto permanecerá con él, a lo menos, el tiempo que dure contárselo. Esta seguridad, esta certeza de espacio compartido es un regalo que los acoge, los calma y les afirma nuestra presencia y permanencia, un momento de intimidad que, si lo conviertes en algo cotidiano, puede traerle grandes beneficios.
Piensa por un instante en esa seguridad que te da el próximo encuentro con un ser querido. Esperas con ansias las horas hasta ese momento, eso te emociona y te calma. O cuando asistes a una terapia, la tranquilidad de saber que pronto tendrás esa hora para conversar de lo que necesites hablar. Cuando necesitas apoyo de alguien, el saber la fecha y hora de la cita te asegura un espacio futuro que te permite concentrarte en el presente. ¿Habías pensado que a los niños les puede pasar lo mismo? Al ofrecerles la hora del cuento, pueden tener la tranquilidad de que, pase lo que pase, al final del día podrán tener un espacio asegurado con esa persona que los acompañará, y, con un poco de suerte, encontrarán además el cuento que les ayudará a poner en palabras sus emociones